Recorriendo la costa este de New South Wales

Arrancamos nuestro periplo furgonetero hacia el sur, con un sentimiento encontrado: por una parte, tenemos ganas de comernos este país con patatas y, por otra, ganas de quedarnos anclados en Byron Bay, disfrutando de su vida animada, de su extensa playa e intentar surfear día tras día.

Siguiendo la lógica (y con extraña tristeza), pusimos pies en polvorosa y empezamos a bajar hacia el sur. Al poco de salir de Byron Bay, nos detuvimos en Lennox Head. Un pequeño pueblo costero con paisaje similar a Byron Bay, con una playa espectacular, aunque sin un ápice de su vida.

Aunque tiene un lago con cierta fama, sentimos la necesidad de seguir alejándonos hacia el sur, sabedores de que teníamos muchas cosas todavía por delante.

Nos propusimos llegar esa tarde a Coffs Harbour, el siguiente núcleo importante, para poder ver algo y allí hacer noche con la furgo.

En general, los municipios costeros se parecen bastante: casas bajitas, una zona más bien comercial, con tiendas y algunos bares interesantes con música en directo y siempre un playón donde los locales se dedican a hacer surf, como casi una religión. Parques inmensos, con gente haciendo deporte, merenderos y... ¡barbacoas eléctricas gratis! ¡Están por todas partes! Este país vive en los parques y al aire libre y se respira a cada paso que das.

Este pueblo, además, cuenta con una pasarela sobre el mar, junto al puerto, donde paseamos para cerrar el día. Como demostración de nuestro cansancio, no fuimos capaces de hacernos una de nuestras fotos saltando... ¡Vaya risas! ¡Hasta se nos hizo de noche! En fin...

Nos despertamos y, tras hacer unos recados (transformador de mechero, aceite para la furgo y gasolina, entre otras cosas), nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino: el Parque Nacional de Dórrigo.

Si la costa es verde en abundancia, según te adentras en el país, todo adquiere un color más verde oscuro y se vuelve más frondoso, con mayor presencia de animales y granjas por doquier.

Pusimos rumbo hacia allí con la ilusión de visitar nuestro primer parque natural (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, nada menos), en un país donde todo suena a naturaleza.

Al llegar, visitamos el centro de interpretación del parque, que por $2 de 'donación voluntaria' nos permitía acceder a una pasarela aérea (skywalk en guiri) sobre los impresionantes bosques. Fue un gran acierto.

A continuación, hicimos una rutilla de media hora hasta llegar a las Crystal Shower Falls, unas pequeñas cataratas. Por el camino nos cruzamos con todo tipo de plantas y sonidos de bichos y pájaros que nunca antes habíamos oído.

Tras volver al lugar de nuestra furgo, arrancamos y nos dirigimos a las Dangar Falls, otras cataratas, donde aprovecharíamos para prepararnos una pasta rica en su merendero-barbacoa.

No éramos ni conscientes de estar comiendo a pocos metros de este espectacular sitio:

Abandonamos Dórrigo y pusimos rumbo al sur. Pensamos que Port Macquarie sería un destino acorde a la distancia que queríamos recorrer antes de que se hiciera de noche.

Entrando en la ciudad, miramos a la izquierda, hacia un campo de golf y, como si nos estuvieran esperando, unos 40 canguros se nos quedaron mirando. ¡¡Vaya australianada!! Jajajaja... No pudimos hacer otra cosa que parar para verles de cerca y hacer alguna que otra foto.

Con la sonrisa todavía en la cara, nos dirigimos a la zona marítima, donde nos habían recomendado un paseo por un rompeolas, pintado hasta la saciedad con mensajes de todo tipo (amorosos, familiares, de colegas...). Quizás una horterada, que además llevaba haciéndose desde hacía unos 15 años, pero que a lo largo de cientos de metros daba un colorido toque a esas rocas amontonadas junto al agua.

Cervecita de rigor, búsqueda de un discreto rinconcito para dormir con la furgo y a descansar.



A la mañana siguiente, tras darnos una ducha aprovechando los vestuarios de la playa y desayunar en primea línea, continuamos nuestro viaje hacia el sur.

Entramos en Newcastle, donde en un primer momento nos quedamos decepcio-horrorizados, por ser una ciudad industrial (la de mayor producción de carbón del mundo), pero cuando empezamos a recorrer sus calles costeras, nos dimos cuenta de su encanto. Playas de surf o de kitesurf, piscinas oceánicas junto al mar (con arena incluida), barrios de casas chulísimas.

En lugar de parar en esa zona, que estaba un tanto abarrotada, decidimos ir a la zona sur de la ciudad, para encontrar primero una inmeeeensa playa solitaria...

...y luego un parque con barbacoas (¡¡nuestra primera barbacoa!!) y merenderos a orillas del Lago Macquarie.

Sin palabras para definirlo.

Tras hacer una comida-merienda-cena, cogimos y, del tirón, nos fuimos hasta Katoomba, pueblo en el corazón de las Blue Mountains (Parque Nacional en el interior, a una hora de Sídney), donde dormimos pláaaaaacidamente.



Nos despertamos, cogimos fuerza con el desayuno y... ¡¡directos a las Three Sisters!! (Bueno, a tres calles, para no tener que pagar los $4 del aparcamiento... jajaja).

La verdad es que las tres rocas juntas no nos decían nada...

...pero las vistas, desde el mirador, al Parque Nacional de las Blue Mountains..:

Luego, mini ruta hasta las Leura Falls:

Y por último, las Wentworth Falls:

Con sus impresionantes vistas al Parque:

Llegó el momento. Comida con nuestras últimas cervezas traidas desde Byron Bay...

Y... ¡¡NOS VAMOS PARA SÍDNEY!!