Cameron Highlands es una de las mayores regiones productoras de té del mundo.
Según te vas acercando en autobús a la zona, empiezas a ver colinas verdes llenas de plantaciones. Es realmente bonito.
Nos alojamos en Tanah Rata, uno de sus núcleos, pero en unas cabañas nativas y con los mismos lujos que unos nativos, es decir, ninguno, pero disfrutamos muchísimo la experiencia.
Visitamos una de las plantaciones de la marca Boh, aunque nos costó llegar y casi más volver. Cogimos un autobús de línea que iba recorriendo la carretera principal, para acabar bajándonos en el cruce de la carretera que iba hasta la plantación. Nos quedaban unos 'inocentes' 5 km, pero cuando llevábamos 200 metros, una camioneta que nos vio, nos pitó para que aprovecháramos su remolque y nos ahorráramos casi cuatro kilómetros.
La plantación es espectacular. Creo que vale la pena enseñarla con imágenes.
Aprovechamos y nos tomamos en la cafetería de la fábrica unos deliciosos tés.
A la vuelta, no tuvimos la suerte de la ida y nos tocó caminar de lo lindo. Cuando llegamos a la carretera principal, nos tocó achicharrarnos hasta conseguir un transporte para volver a nuestro pueblo, pero, tras media hora, lo conseguimos.
Por lo demás, conocimos a unos geniales alemanes Martin y Caro, con los que compartimos muy buenas risas, cenas, cervezas y hasta hogueras. Un auténtico placer. Además, arrollamos a otra pareja alemana que se unieron a nuestros planes.
Tras dos noches en esta región, nos trasladamos a Taman Negara, el Parque Nacional más antiguo del país.
Un par de horas en furgoneta y otras tres en barca a motor remontando un río, fue el precio por alcanzar dicho destino. Casi el trayecto fue lo que más nos gustó del lugar.
Nos alojamos en una pensión de un señor majísimo y en un entorno muy tropical.
Recorrimos parte del Parque, por caminatas tranquilas y muy preparadas, pero el calor horroroso y la plaga de mosquitos nos hicieron dar la vuelta tras ver los puntos más destacados del lugar. Aún así, vimos cosas muy interesantes.
Acabamos dándonos un refrescante baño en un río de tonos anaranjados y escapando de los mordiscos de unas pequeñas moscas cojoneras.
Habíamos tenido suficiente, así que decidimos que necesitábamos playa y nos dirigimos al norte para cruzar a las islas Perhentian y así bucear en nuestros primeros fondos marinos asiáticos.
Con un peligroso viaje de ocho horas en furgoneta y lloviendo y un barco de una hora para alcanzar nuestra isla, llegamos por fin.
Nos decantamos por la isla Kecil ('pequeña'), donde realizamos el curso de submarinismo que nos condenaría a un nuevo vicio.
Pese a que los precios de los buceos eran de lo mejorcito, el resto de cosas de la isla eran extremadamente caras en comparación con los precios del resto del país. Las aguas y las playas son impresionantes, pero los locales son muy guarros y no cuidan lo que tienen, por lo que están todos los rincones de las partes de detrás de las casas, llenos de basura y desperdicios. Una auténtica guarrada y una pena.
Pese a que los precios de los buceos eran de lo mejorcito, el resto de cosas de la isla eran extremadamente caras en comparación con los precios del resto del país. Las aguas y las playas son impresionantes, pero los locales son muy guarros y no cuidan lo que tienen, por lo que están todos los rincones de las partes de detrás de las casas, llenos de basura y desperdicios. Una auténtica guarrada y una pena.
Hay otros accesos a playas de la pequeña isla (se recorre andando y no hay carreteras), más cuidados por los hosteleros y más limpios, pero la mayoría de los descampados están llenos de escombros o basura. Eso sí, la playa la tienen impoluta, que es lo que sale en las fotos.
Y con esto, unos días de buceo, un título para practicarlo, un día de cachondeo, la compañía de nuestra querida Raquel, la aparición de la rizos Maite y muy buen rollo, nos volvimos para el continente para volar a Kuala Lumpur.
En un día abandonaríamos Malasia para conocer el país que despidió a Bruce Lee: HONG KONG.
★★★ BESINES Y BESICOS ★★★
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