Con los pelos todavía volviendo a su estado natural tras sobrevolar la Gran Barrera, nos dirigimos a Hervey Bay con la intención de conocer al día siguiente Fraser Island.
Se trata de la isla de arena más grande del mundo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y llamada en la lengua aborigen local K'Gari, que significa 'Paraíso'.
Reservamos una excursión para el día siguiente, ya que es imposible transitar por ella sin un vehículo 4x4 y nuestra pobre furgo 'Michu' de 14 años no cumplía con los mínimos y nos dirigimos a un 'caravan park' donde dormir y darnos una ducha rica.
Aunque nuestra intención era la de salir a tomar algo por ahí, el destino quiso lo contrario. Tras la ducha, descubrimos la muy agradable terraza que tenía el bar del cámping, olía a pizza y hamburguesas que tiraba para atrás y conocimos a tres españoles que inclinaron la balanza inmediatamente hacia quedarnos.
Llevábamos unas tres semanas sin hablar con nadie en español y necesitábamos intercambiar experiencias y aventuras entre unas cervezas. Chechu, Raquel y Miguel. Buena gente de verdad. A los 15 minutos ya nos sentíamos todos entre colegas. Como de toda la vida.
Cenamos juntos y, cuando nos quisimos dar cuenta, ya se nos había hecho tarde. Con penilla, nos despedimos de Miguel, que volvía para España al dia siguiente y de la pareja, que quedamos en vernos al día siguiente, ya que prácticamente haríamos el mismo itinerario final de viaje.
Nos levantamos tempranísimo, ya que a las siete nos recogía el autobús para llevarnos al ferry. Éste nos cruzó a la isla y allí encontramos nuestro transporte para el día. Un autobús con ruedas de camión que daba miedo. Era alucinante verle pasar por caminos de arena como si nada.
El punto negativo del día fue que había pronóstico de lluvia para toda la jornada, pero ni aun así nos desapareció la sonrisa de la cara.
Al principio nos llevaron a un par de enclaves que no valían un pimiento, pero poco a poco fuimos descubriendo lugares mágicos.
Hay que decir que existen excursiones de dos y tres noches en la isla, pero como no queríamos retrasar nuestro ritmo de viaje y nos quedaban muchas cosas por ver, nos decantamos por un día un tanto exprés. Visitamos los restos de un barco neozelandés (SS Maheno), abandonado en plena playa tras servir de ferry de lujo entre Australia y NZ, de barco-hospital en la Primera Guerra Mundial y herido de muerte por un ciclón que lo retiró definitivamente. Además, sirvió como blanco de tiro para bombardeos del ejército. ¡¡Pobre ejemplo de jubilación tardía!!
Circulando por la 75-Mile Beach, que es una playa de 123 km que hace las veces de autopista surrealista, llegamos a Eli Creek, un maravilloso riachuelo por el que se puede caminar y nadar por el agua entre una vegetación alucinante.
Parecen majos, pero no lo son. Son Dingos, son salvajes y atacan. No gozan de muy buena reputación, ya que en su historial cuentan con algunas muertes humanas. En fin, con cuidado les observamos.
Tras comer, paseamos por el imponente bosque central de la isla.
Y acabamos en el Lake McKenzie donde, aprovechando que el tiempo nos había dado una tregua y nos permitía ver ese paraíso iluminado por el sol, ¡nos pegamos un baño de vicio! Eso sí, a continuación nos cayó un chaparrón de los antológicos. Jajaja...
Al terminar la excursión y tras volver al continente, donde recuperamos nuestra 'Michu', pusimos rumbo a Noosa, donde nos encontrariamos con Chechu y Raquel para cerrar el día.
Por la mañana, tras dormir disimuladamente aparcados en una zona residencial (todo el mundo nos dijo que no lo hiciéramos por riesgo de multa, pero nos despertamos sanos, salvos y sin penalización) y tras darnos una ducha de estrangis en el caravan park de Chechu y Raquel y un desayuno al vuelo, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo y sus playas. Se notaba (y así nos habian advertido) que era un pueblo de dinero.
Nos tomamos algo, paseamos algo más, comimos y decidimos ponernos en marcha, ya que, aunque los cuatro íbamos con intención de dormir esa noche en Brisbane, queríamos desviarnos previamente juntos a un sitio que había recomendado en un blog amigo (UnCambioDeAires) y que no queríamos perdernos: la Mary Cairncross Scenic Reserve.
Lo encontramos y, con chaparrón de por medio, valió la pena. Valió mucho la pena.
Llegamos a Brisbane, donde nos acogería Clive, un gran amigo angloaustraliano de nuestro querido Ximo y compañero de su larga etapa en Estocolmo.
Según llegamos, nos recibió con una exquisita cena oriental y unas cervezas. ¡Así da gusto! Tras un buen rato de cena y charlas, nos dormimos.
Cuando nos levantamos, aprovechamos para desayunar, poner lavadoras, secadoras, actualizar el blog y disfrutar de estar en una casa... ¡Qué gusto!
En cuanto terminamos, nos fuimos corriendo a cumplir con la última cosa pendiente de Australia: abrazar un koala.
Nos dirigimos al mayor santuario de koalas del mundo, Lone Pine y por fin lo pudimos tachar de la lista.
Tras ello, nos recorrimos la que está considerada la ciudad australiana con mayor calidad de vida, pese a que la gente (entre ellos Clive) opina que Melbourne tiene una vida incomparable con el resto.
Pudimos disfrutar de un paseo por la ribera del río, una de sus varias zonas de playas y lagunas artificiales y observar las vistas de la ciudad desde un punto elevado tras anochecer.
En ese momento ya nos habíamos reencontrado con Clive y acudimos a recoger a Elena, una amiga en común de Clive y Ximo y novia del excompañero de piso y trabajo de Ximo, tanto en Estocolmo como en París. Elena estaba haciendo parte de su tesis doctoral en Melbourne, venía de viaje y le tocaba hacer escala larga en Brisbane, así que se unió a nuestro 'Albergue Casa Clive'.
Gozamos con una cena en un restaurante indio y descubrimos, además, que Elena era una de las mejores amigas de Manu, un gran amigo sevillano que hice (yo, Viti) en mi primera etapa de Madrid. ¡El mundo es un pañuelo!
Nos retiramos y, ya en casa, se nos hizo tarde entre cervezas, risas, anécdotas y una Súper Nintendo del año catapum.
Cuando nos despertamos y, sabiendo que nos reencontraríamos con Clive en unas semanas, pusimos rumbo a toda mecha hacia Coolangatta, en la Gold Coast, para presenciar la jornada final de la prueba australiana del mundial de surf. La Quiksilver Pro Gold Coast de la Asp World Tour.
Ambientazo en la playa viendo a los mejores surfistas del mundo, con Kelly Slater (11 mundiales), Joel 'Parko' Parkinson (1) y Mick Fanning (3) entre ellos. O lo que es lo mismo, los ganadores de los últimos nueve mundiales. Además, pudimos ver la final del campeonato femenino entre medias.
Un póster, uno que tengo colgado en mi habitación de la casa de mis padres en Valencia, me chocó la mano. El póster, o mejor dicho, el querido protagonista del póster, se llama Kelly Slater y, como ya dije antes, 'SÓLO' lleva ganados 11 campeonatos mundiales. Emociónnnnn...
Disfrutamos como enanos, alucinando de lo que son capaces de hacer montados en una tabla y con semejantes olas. No ganó el mejor, que indudablemente fue el local 'Parko' y al que le birlaron el título a falta de un minuto con dos olas de pillería y sin tiempo de reacción, pero vimos ganar al joven brasileño Gabriel Medina, primer sudamericano en ganar el campeonato australiano y que lloró de alegría al saberlo, mientras se ponía el sol sobre el horizonte.
Alucinados con la experiencia y con la sensación de que había sido injusta la no-victoria de 'Parko', más que la victoria de Medina, nos dirigimos a cerrar el círculo de nuestro periplo kilometrero.
Con la sonrisa marcada en la cara, entramos en un pueblo que nos resultaba familiar, que a las diez de la noche tenía gente por la calle e incluso se escuchaba música en vivo.
Tras más de 12.000 kilómetros... ¡¡Estábamos en BYRON BAY!!
Según llegamos, nos recibió con una exquisita cena oriental y unas cervezas. ¡Así da gusto! Tras un buen rato de cena y charlas, nos dormimos.
Cuando nos levantamos, aprovechamos para desayunar, poner lavadoras, secadoras, actualizar el blog y disfrutar de estar en una casa... ¡Qué gusto!
En cuanto terminamos, nos fuimos corriendo a cumplir con la última cosa pendiente de Australia: abrazar un koala.
Nos dirigimos al mayor santuario de koalas del mundo, Lone Pine y por fin lo pudimos tachar de la lista.
Tras ello, nos recorrimos la que está considerada la ciudad australiana con mayor calidad de vida, pese a que la gente (entre ellos Clive) opina que Melbourne tiene una vida incomparable con el resto.
Pudimos disfrutar de un paseo por la ribera del río, una de sus varias zonas de playas y lagunas artificiales y observar las vistas de la ciudad desde un punto elevado tras anochecer.
Gozamos con una cena en un restaurante indio y descubrimos, además, que Elena era una de las mejores amigas de Manu, un gran amigo sevillano que hice (yo, Viti) en mi primera etapa de Madrid. ¡El mundo es un pañuelo!
Nos retiramos y, ya en casa, se nos hizo tarde entre cervezas, risas, anécdotas y una Súper Nintendo del año catapum.
Cuando nos despertamos y, sabiendo que nos reencontraríamos con Clive en unas semanas, pusimos rumbo a toda mecha hacia Coolangatta, en la Gold Coast, para presenciar la jornada final de la prueba australiana del mundial de surf. La Quiksilver Pro Gold Coast de la Asp World Tour.
Ambientazo en la playa viendo a los mejores surfistas del mundo, con Kelly Slater (11 mundiales), Joel 'Parko' Parkinson (1) y Mick Fanning (3) entre ellos. O lo que es lo mismo, los ganadores de los últimos nueve mundiales. Además, pudimos ver la final del campeonato femenino entre medias.
Un póster, uno que tengo colgado en mi habitación de la casa de mis padres en Valencia, me chocó la mano. El póster, o mejor dicho, el querido protagonista del póster, se llama Kelly Slater y, como ya dije antes, 'SÓLO' lleva ganados 11 campeonatos mundiales. Emociónnnnn...
Disfrutamos como enanos, alucinando de lo que son capaces de hacer montados en una tabla y con semejantes olas. No ganó el mejor, que indudablemente fue el local 'Parko' y al que le birlaron el título a falta de un minuto con dos olas de pillería y sin tiempo de reacción, pero vimos ganar al joven brasileño Gabriel Medina, primer sudamericano en ganar el campeonato australiano y que lloró de alegría al saberlo, mientras se ponía el sol sobre el horizonte.
Alucinados con la experiencia y con la sensación de que había sido injusta la no-victoria de 'Parko', más que la victoria de Medina, nos dirigimos a cerrar el círculo de nuestro periplo kilometrero.
Con la sonrisa marcada en la cara, entramos en un pueblo que nos resultaba familiar, que a las diez de la noche tenía gente por la calle e incluso se escuchaba música en vivo.
Tras más de 12.000 kilómetros... ¡¡Estábamos en BYRON BAY!!
Ohhhhhhhhhh, los dingos, parecen unos lindos perritos, jijijijji. Ana, en la foto con el koala no se si me lo comeria a él o a ti.... <3
ResponderEliminarViti hazte juez para el proximo campeonato de surf!!!!
Love Love Love!!!
Por fin esos koalitas!!! Los estaba esperando como agua de mayo!
ResponderEliminarese abrazo os voy a dar yo cuando os vea!
Seguid dándonos envidia de la sana! millón de besos con ruido
pd. vuestro cactus crece ahora más rápido seguro!;)
Alexita/Lichi
Zassss....12000 km. Se me han pasado volando y sin moverme del sofá!!!jajaja... Y ahora que?
ResponderEliminarQué pasada!! La envidia me corroe... La foto de los Koalas es entrañable, salen super lindos ( y los Koalas también jajaja ). Y no digas mentitas que sabes que en verdad han sido 11.999 Km... jejeje Un abrazo a los dos muy fuerte y continúen en la misma línea. Se les quiere y se les echa de menos.
ResponderEliminarHolaaa chikis!!!! aquí estoy con la rubia en Canarias, se os ve muy lindos!! (se me pega el acento canario...jejej) me encanta todo de todo vuestro super viaje, os quiero mucho chicos, mil besos!!!! y de javi también
ResponderEliminarPor cierto, como mola el notas!! jajaja y qué es esa especie de buñuelos que habéis fotografiado?? que buena pinta... y lo de los Dingos.. se comen a la gente o son asesinos??
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