Durante todo el viaje y, como un objetivo, portamos en nuestras cabezas una idea: queríamos volver a Byron Bay con el suficiente tiempo como para VIVIRLO. Llevábamos más de un mes haciendo kilómetros y conociendo lugares, con esa sensacion de 'hay que aprovechar al máximo por donde se pasa para exprimir este país', pero había llegado el momento de disfrutarlo como unos locales.
Nuestro regreso fue muy fácil, ya que con nuestra hermanita italiana Linda cuidando de nosotros, proponiéndonos planes o uniéndose a los nuestros, no paramos ni un momento.
Entramos en una rutina espectacular de la que, si no hubiera sido por los billetes de avión a nuestro próximo destino comprados, nos hubiera costado mucho salir.
Es una lástima, pero nos hicimos de tal manera a esa vida durante dos semanas, que hasta se nos olvidó preocuparnos de hacer fotos. Estamos bastante tristes al respecto, ya que hay imágenes en nuestras cabezas que deberían haber quedado plasmadas en algun sitio, pero que nos quiten lo bailado.
Es raro de explicar cómo vivíamos. Nuestra querida Linda es la gerente de un hostal en una zona tranquila de Byron Bay. Es uno de esos sitios agradables, blancos, de madera y arropados por una increíble zona verde, que te gustaría encontrar cuando llegas a un pueblo así.
Como nosotros vivíamos en la furgo y debíamos encontrar a diario diferentes sitios para pernoctar gratis y de estrangis, nos decía que lo hiciéramos en una parcela frente al hostal y que aprovecháramos para hacer uso también de las duchas, las lavadoras y los lavabos de éste. Y como ella vivía en un bloque anexo al hostal, nos pasabamos la vida allí. Su casa la convirtió en nuestra casa y al final desayunábamos juntos todos los días, por orden de la jefa, como una familia. Éste era el escenario. No está mal, ¿verdad?
Aunque los días variaban en su plantamiento, todos los días tras desayunar nos dirigíamos a la playa y recorríamos casi tres playas seguidas del pueblo: Belongil, Main Beach y The Pass. Ida y vuelta. No era una barbaridad, pero nos activaba lo suficiente.
Si la mañana daba de sí, a veces también surfeábamos antes de comer. Comíamos. Generalmente con Linda pero, si no, nos encontrábamos después con ella para hacer cualquier excursión, actividad, receta o lo que se nos ocurriera. Luego pillábamos las tablas y vuelta a la playa.
Cualquiera que nos conozca pensará 'pero si éstos no han surfeado en su vida' y no andará muy desencaminado. La realidad es que no era la primera vez que nos poníamos sobre una tabla, ni la segunda, pero nuestro nivel al llegar a Australia dejaba bastante que desear. Me propuse (y Ana conmigo) que cuando abandonáramos este país, habríamos al menos adquirido cierto nivel para defendernos y así creemos que fue. Es difícil explicar qué se siente y que se ve en la playa de The Pass un día cualquiera por la tarde. Es una de las escenas que más me duele no haber fotografiado de toda la aventura australiana, pero siempre nos quedará Google. Prometo que ésta era nuestra estampa a diario:
Fuente: Mike Greenslade Photo Library |
Es una espectacular playa de olas ordenadas donde, durante todo el día, pero en especial por la tarde y tras finalizar la jornada laboral, acude todo el mundo a pillar las olas que puede antes de que se vaya la luz. LITERAL. El sol va cayendo y el cielo, con la ayuda de algunas nubes, se vuelve rojo, naranja, amarillo, que se reflejan en el agua del mar con las siluetas de la gente surfeando. Una locura de imagen. Y la gente sigue en el agua hasta que ya no se ve nada. Y nosotros fuimos parte de esos durante dos semanas, prácticamente día tras día.
Luego duchita, cenita 'en casa y con los vecinos' (luego os hablaré de ellos) y algún concierto cerveza en mano, rodeados de amigos y amigos de amigos.
Así fuimos quemando día tras día, en una absoluta felicidad rutinaria.
Es cierto que no todos los días fueron gemelos, ni tan fáciles de explicar e incluso, en algún arrebato de cordura, echamos alguna foto, así que voy a tratar de ir más allá.
Linda, además de vivir en una casa ella sola frente al hostal (en el mismo complejo, pero afortunadamente independiente), tiene una terraza que comparte con otras dos viviendas que se alquilan por semanas y que, casualidades de la vida, estaban ocupadas por españoles. En una estaban Eloi y Pau de Barcelona (los vecinooooos, que estaban haciendo un curso de inglés y currando) y en la otra, David y Mónica, de Elche (como una loncha de quezo en un zángüiz prezo), que estaban por motivos pseudolaborales (no nos la coláis, jajaja), así que eran comunes y diarios los encuentros vecinales para desayunar, comer, cenar, tender, tomar algo, playear, surfear, cervecear... Y todo ello acrecentado por todos los colegas del curso de inglés de Eloi y Pau, que tenían su casa como campamento base y convertían el patio en algo parecido a la ONU: ciento y la madre y cada uno de una parte del mundo.
También conocimos a Patrick y Manuel. Encuentro fugaz pero muy agradecido.
Recibimos la visita de Chechu y Raquel, en compañía de su primo Álvaro, con los que disfrutamos el día hasta que se puso el sol y algo más y, además, conocimos a su amiga madrileña María, que resultó ser colega de un colega nues... Bueno, rollos de que el mundo es un pañuelo.(¡¡¡Nos debéis unas fotos!!!)
Destacar que vimos a una especie de 'El Nota' de la película 'El Gran Lebowski' que, bajando de su coche del año X y con sus canosas melenas, se dirigía a surfear pitillo en mano. Viva Byron.
También hicimos una excursión con David y Mónica a Murwillumbah, una localidad cercana, para visitar una sorprendente galería regional de arte. La acababan de inaugurar hacía poco y alberga, además de obras de diferentes artistas, una colección permanente de una famosa y ya fallecida artista aussie (australiana): Margaret Olley.
También disfrutamos de un pedazo regalo de nuestras caspolinas Elena B y Noelia P, que nos permitió navegar entre delfines montados en un kayak. ¡¡Gracias inmensas!! =D
Llegando al final de nuestra etapa, nos tocó poner en venta nuestros enseres más preciados.
Y despedirnos de la Michu.
Aprovechamos ratos con Sofía (Linda siempre en el equipo).
Y otros con Naiara.
Y llegó el final... (de las bandas del patio vecinal)
Y me resulta muy tacaña la descripción que hago de esas dos semanas inolvidables para nosotros, desde una manera tan simple y directa, pero es difícil describir momentos como éste:
Fuente: Suffolk Beachfront |
Dijimos ciao a la gran Linda Lindi y así despedimos Byron Bay. Al municipio del lema:
Cheer up ~ Slow down ~ Chill out
(anímate, ralentiza y relájate)
Adiós... o hasta más vernos.
Y pusimos rumbo a Brisbane, donde compartimos y disfrutamos nuestra última velada en casa de Clive y Steffi. Los cuales, más majos que las pesetas, luego nos llevaron al aeropuerto.
Maldurmiendo en los sofás, gastamos nuestros últimos momentos australianos y pusimos rumbo, con escala en Sídney mediante, a nuestro siguiente destino: ¡¡Nueva Zelanda!!
Hace tiempo que no os digo nada!!! CABRONEEEEES COMO MOLA TODOOOOOOOOOOO!!!
ResponderEliminarAnuska...q la mochila abulta mas q tu!!jejeje... Seguid disfrutando chicos. Nosotros seguiremos por aquí dejando q nuestro nivel de envidia se dispare libremente......nos vemos a la vuelta...."amiguetes"...ejem ejem
ResponderEliminarAy Ay que voy con mil de retrasoooooooooooooo!!! Viva Byron!!! Que majos todos, ese surf, esos, atardeceres, el rails, las chicas..... When u leave here u r going nowhere!!!
ResponderEliminarAsi que ya sois unos pros del surf eh?? ajajajajja Habra que verlo!!! ;)