Tras compartir un par de encantadoras semanas con aquellos que nos dieron billete para vivir en este mundo, nos dirigimos al norte de Tailandia. Quizás las prisas por escapar de la bulliciosa Bangkok nos hicieron cometer el error de desplazarnos en avión hasta Chiang Mai, sobrevolando y dejando en el camino históricos lugares como Ayutthaya o Sukhothai, pero obviando eso, no se nos dio nada mal el norte.
Gozamos en los mercados locales de comida de Chiang Mai,
Recorrimos las montañosas curvas del Parque Nacional Doi Suthep en nuestra querida moto, hasta alcanzar el Wat Phra That Doi Suthep, un importante templo budista que corona la ciudad.
Disfrutamos de la rica gastronomía local y degustamos los mágicos puestecillos callejeros, los cuales confirmaron nuestras sospechas de que, aunque humildes, si están lleno de lugareños cenando es que son mejores que cualquier restaurante.
Nos pateamos la ciudad de cabo a rabo escudriñando cada rincón que despertaba interés.
Pero, cómo no, los mercados de comida acababan atrayéndonos y saciando nuestras apetitosas curiosidades... juas juas juas...
Alguna extraña sensación nos recorrió el cuerpo cuando vimos que anunciaban calamares jajaja...
Una de las cosas que más nos alucinaron de Tailandia, fue el postre Khao Niaow Ma Muang o lo que es lo mismo, mango con arroz pegajoso y leche de coco, una auténtica delicia para el paladar.
Tras un estudio bastante exhaustivo de las diferentes opciones que teníamos para visitar un centro de elefantes, nos decantamos por uno (Eddy Elephant Chiang Mai) que nos habían recomendado un par de amigos por separado (David de EEUU y Mario de Ibiza), que nos afirmaban e insistían en que se trataba de lo más respetuoso que habían encontrado, que se habían dedicado a recuperar y comprar elefantes en situaciones precarias o de maltrato y que eran de los únicos que no usaban silla para evitar que los elefantes se dañaran el lomo al ser usados como transporte. Además, descubrimos que disponía del certificado de turismo responsable (WTM-WRTD), por lo que no teníamos ya razones para no decantarnos por éste.
Y bueno, aquí están algunas de las imágenes de nuestro día, en el que lo pasamos pipa:
Nos enseñaron a guiarlos.
Y acabamos dándonos unos buenos chapuzones con ellos.
También aprovechamos nuestra estancia en Chiang Mai para realizar un curso de cocina tailandesa en un centro totalmente recomendable (The Orchid Cookery School), donde aprendimos a preparar deliciosos platos locales sintiéndonos como unos auténticos participantes de Master Chef:
Además, a mitad de curso, hicimos una incursión en uno de los mercados locales sin rastro de turistas donde, en compañía de nuestra instructora, compramos todos los ingredientes necesarios para las recetas que nos disponíamos a ejecutar.
Algo de frutita para nuestros intereses también cayó...
Y allí volvimos para seguir currando.
¡Hasta aprendimos a preparar el delicioso mango con arroz pegajoso! Eso sí, con una decoración un tanto cursi-asiática.
La última noche de Chiang Mai la compartimos con Alexis y Nacha, una pareja madrileña que nos acompañaría después hasta Pai, pero lo relevante de esa noche fueron las charlas que nos pegamos con una kirguisa y un turcomano, una pareja de hippies muyyyyyyyy 'personaja', que vivía con sus hijos viajando por el mundo y que llevaban ahora un tiempo establecidos en Tailandia. ¡A ver cuántos en este mundo pueden decir que se pasaron una noche hablando con gente de Kirguistán y de Turkmenistán! Jajajaja...
E hicimos camino hacia el nordeste tailandés y llegamos a la peculiar y turísticamente bohemia Pai.
Pillamos algo de comida en el mercadillo y nos lo ventilamos a orillas del río que cruza la 'ciudad'.
Al día siguiente, excursión hasta las Cuevas de Tham Lot recorriendo la impresionante carretera 1095. Tan al norte se encuentran, que llegamos a estar a escasos 10 kilómetros de la frontera birmana.
Maravillas de la naturaleza...
Cuando regresamos a Pai, nos dedicamos a perdernos por los campos de arroz que rodean la localidad.
Por la mañana, ascensión para ver el gran Buda Blanco y escapada por campos de arroz hasta las cataratas Mor Paeng, donde degustamos un exquisito sándwich de chorizo de León. (Mmmmmmm...)
Al final del día, nos deleitaron con una noche musical en el Jazz Club y nos reencontramos con nuestro amigo holandés Álex, que más adelante se nos uniría en el recorrido de nuestro siguiente país. Con él, disfrutamos también de un local de música en directo, donde hizo unos pinitos y nos dejó a todos con la boca abierta. ¡Hasta yo (V) me lancé para berrear La Bamba! Buenas risas...
De Pai y tras dos autobuses de considerable duración, llegamos a Chiang Rai, donde disfrutamos alguna noche de un paraíso hotelero que mi hermana nos había recomendado y que, pensando que no estaría a la altura de nuestros bolsillos, sería uno de los hoteles más baratos que habíamos pagado en nuestras vidas. Como para no aprovecharlo...
Eso sí, seguíamos con nuestros descubrimientos en los establecimientos locales.
Visitamos el surrealista Templo Blanco (Wat Rong Khun) del artista Don Chalermchai Kositpipat, que se empezó a construir en 1997 y el cual se encuentra a las afueras...
...y cruzamos a la otra parte de la periferia para visitar también la extravagante y siniestramente bella galería-escuela de arte Casa Negra (Baan Dam Museum) del artista Thawan Duchanee, que lleva más de 35 años en funcionamiento y construcción.
Y seguimos con nuestra vida tailandesa
Hasta que por la noche, nos volvimos a juntar con Álex, nuestro Pollito, nuestro compañero de fatigas durante las próximas dos semanas.
Tocaba cambio de país. Próxima parada... ¡LAOS!
★★★ BESINES & BESICOS ★★★
Viti, espero que en lo que llevas por las españas hayas recuperado un par de kilitos xq en esa foto en el río, mojado y al lado del elefante casi no se te ve...jejejeje!! Ganas de veros pareja!! Un abrazo
ResponderEliminaryo también hice lo de bañarme con un elefante en Nepal y me encantó!!!!! el elfante tenia una piel y unos pelos muy raros y era INMENSO!!!!
ResponderEliminarbesos desde Alemania!!!!