domingo, 15 de junio de 2014

El secreto latino de Asia

Hicimos nuestra entrada en Filipinas por su segunda ciudad en tamaño e importancia: Cebú, en pleno centro de este país de 7.107 islas.


Desde el minuto uno, te estampas con detalles que te hacen reconocer que aquello fue colonia española. Al pasar la inmigración del aeropuerto, ves que la mayoría de agentes tienen apellidos tipo Gutiérrez, García o Astorga. Eso sí, ni papa de español. Además, en el hotel nos esperaban dos rubias bien frías con nombre familiar (para aclarar dudas, San Miguel fue fundada en Filipinas por españoles y, más tarde, crearon una compañía con igual nombre en tierras españolas, pero independiente de la filipina).


Para explicarnos mejor, hemos hecho este humilde mapa aclaratorio de la primera parte del periplo filipino:


Hicimos noche en Cebú y, sin dudarlo, por la mañana cogimos un autobús para ir hasta el norte de la isla del mismo nombre y cruzar a la minúscula y encantadora isla de Malapascua (que debe su nombre a un desafortunado naufragio que sufrieron, en época navideña,  unos navieros españoles). Nos quedamos atónitos cuando vimos que algunas compañías de autobuses (eso sí, sólo en la isla de Cebú) eran modernísimas, con aire acondicionado, TV y wifi. Alucinante, teniendo en cuenta la humildad con la que vive el país.


Cambiamos de isla en una barca de unos 30 minutos, donde coincidimos con un guía local que nos recomendó algunos alojamientos. Llegamos a la isla y visitamos a pie un par de sus recomendaciones. A la tercera, nos decantamos por uno de ellos.

Se trataba de un complejo recién abierto, con escuela de buceo y con playa a sus pies, que al ver que el turismo de dinero no iba a llegar en abundancia a la isla (fue arrasada por un megatifón el año pasado), se había decantado por turismo mochilero y había tirado por los suelos el precio de las inmersiones. Estaba separada del barrio principal, pero creemos que fue más un acierto que un problema.




Por lo que, quedándonos varias noches y contratando un par de buceos (queríamos ver a los tiburones zorro), conseguimos un ofertón. Además, ha sido sin duda el centro de buceo más profesional (y con material nuevo) en el que hemos estado nunca.

Además de eso, comentar que nos pateamos la isla de punta a punta (no existen carreteras, sólo caminos de arena), en buena compañía de los alicantinos José y Lauren, pasando por las pequeñas barriadas que hay en cada cala y disfrutando de la simpatía de los locales. Los filipinos nos empezaban a caer bien :)








La gozamos en una de las más solitarias y bonitas playas que pudiéramos encontrar. Justo al norte. Ni rastro de más extranjeros que no fuéramos nosotros. Lo más alejado del principal barrio de la isla. Fue una maravilla vernos allí, a los cuatro, en mitad del agua, con sólo un par de pescadores mirándonos extrañados y dejar que el sol se fuera poniendo mientras nos remojábamos como unas lentejinas. Fue un gran momento.











Dimos más vueltas por la isla, con atardeceres preciosos y muy buenos momentos. Eso sí, empezábamos a ver la humilde pobreza en la que vivían los filipinos.

También visitamos la Bounty, la playa principal de la isla, donde se agolpaban centros de buceo y alojamientos, pero en un entorno muy agradable. Todo sobre la arena a orillas del mar y con varias terrazas de tumbonas y pufs que te gritaban que te pararas a tomar algo. Lo que sí, en medio minuto allí, vimos más blancos que en tres días en toda la isla.




Esta vista aérea muestra la belleza de esta pequeña isla:


Tras cumplir con nuestras incursiones terrestres y con nuestros buceos madrugadores para ver desayunar a 30 metros de profundidad a los preciosos tiburones zorro,



nos pusimos en camino hacia Cebú para hacer noche.

Al día siguiente tomamos un ferry que nos llevaría hasta la isla de Bohol. Nuestro objetivo era visitar las Colinas de Chocolate y continuar hasta el extremo sur de la isla y así hicimos.
  

Allí, en aquel extremo sureste, debíamos coger otro ferry para llegar a la isla Camiguín, mal al sureste todavía, pero el destino quiso que no fuera así. No quedaban billetes para los siguientes tres días, así que hicimos noche y, sin perder tiempo, nos cruzamos la parte sur de Bohol, de este a oeste, para embarcamos a nuestro siguiente destino: la isla de Siquijor.

Llegamos bastante documentados para la llegada, ya que Raquel y Maite, las dos barcelonesas que conocimos en Malasia, nos habían dado señas de alojamiento y precios de transporte en la isla.

Llegamos a nuestra pensión, posamos los trastos y nos dedicamos a disfrutar del día a día local y a recorrernos la isla en moto.

Durante esos días en Siquijor, hicimos piña con nuestros vecinos Marcin (polaco) y Volaine (francesa) y con nuestro queridísimo Mario (balear, ibicenco) con quiénes compartimos, entre otras cosas, un intento de tortilla realmente sabrosa (intento, porque sin sartenes 'güenas' no hay paraíso) y una cena de pescado fresco que Marcin había pescado (valga la redundancia) esa misma mañana.







También visitamos varias poblaciones y playas preciosas por la zona norte de la isla, pero lo que más nos gustó (y creo que puedo incluir a Mario en esto), fue atravesar la isla por sus montañas, cascadas y campos interiores, pasando por aldeas recónditas donde todos (niños y mayores) nos saludaban a nuestro paso. Donde comprobamos la afición que hay al baloncesto en todo el país y cómo en cada rincón había una cancha o una canasta, por humilde que fuera, con chavales jugando. Eso sí, pasábamos y eran capaces de parar la pachanga para saludarnos con una sonrisa de oreja a oreja. Alucinante. Qué majos. (Por nuestra pérdida, no disponemos de muchas fotos).





También fuimos hasta la cercana isla de Apo a bucear. Un auténtico paraíso lleno de tortugas. Tanto a la ida como a la vuelta, nos acompañaron grupos de delfines, aunque las fotos buenas de éstos, las perdimos en nuestra querida tarjeta. Por suerte, las de la acuática las conservamos bien.






Tras esos días allí (en Siquijor), decidimos continuar nuestro periplo hacia Dumaguete (isla de Negros), para inmediatamente cruzar al extremo sur de la isla de Cebú. Tuvimos que despedirnos de nuestros vecinos y de nuestro querido Mario que, por malditas casualidades del destino, había comprado un billete para Boracay el día anterior a conocernos y no nos pudo acompañar en los geniales días futuros. Te echamos mucho de menos, compa...

Cogimos un autobús hacia el norte y nos bajamos en la localidad de Tan-awan (Oslob), donde, tras hacer noche, de madrugada veríamos una de las especies más bonitas y grandes que existen: el tiburón ballena.




De todas formas, nos entristeció mucho la situación. Los pescadores han habituado a los pobres bichos a darles el desayuno, por lo que acuden como perrillos hambrientos a diario para recoger su parte del pastel. Todo el pueblo vive de ese negocio a costa de ellos. Nos quedamos con la sensación de haber contribuido a la continuación de ese circo en el que cientos de personas se dan cita a diario. Que los tiburones ballena nos perdonen.

De ahí fuimos en autobús hasta Cebú, donde volaríamos hasta Puerto Princesa (isla de Palawan), en el extremo oeste de Filipinas.


Nuestro objetivo primero antes de subir al norte, era visitar el Río Subterráneo de Puerto Princesa en el día (a un par de horas) y continuar viaje pero, tras pagar las tasas correspondientes en un edificio estatal, nos encontramos con que no quedaban plazas disponibles en la furgo que nos cuadraba y la siguiente nos obligaba a invertir dos días y una noche de hotel, que no estaba en nuestros planes.

Por tanto, cogimos un autobús de seis horas y nos plantamos en nuestro querido El Nido.

Excluyendo la experiencia que vivimos más adelante (y ya contaremos), fueron posiblemente los días más divertidos en tierras filipinas.

El pueblo no es nada del otro mundo, pero el entorno de éste es único (en el más exclusivo de los aspectos).

Pasamos grandes días recorriendo el entorno:








Vivimos una jornada completa en el Kraken, barco tripulado por amigos españoles (Nani, Pepillo y Jon) y con un genial grupo de gente (con Marcel y Jaume) y entre los que estaba el sexteto de la muerte (que luego comentaremos), viendo miles de rincones y saboreando lo que es quedarse tirados en mitad del mar por falta de combustible. Las imágenes hablan por sí solas (aunque nos comimos un chaparrón, pronto la cosa cambió):




















Además, hicimos uno de los mejores equipos posibles (el anteriormente nombrado 'sexteto de la muerte') y de manera totalmente fortuita, con nuestros queridos Santi y Rubén (los 'papis'), Cindy (nuestra francesa adoptada) y Olga, la genia que nos acompañaría en las tres semanas siguientes como si de un trío perfecto se tratara.








                                      












                                      

                                      

Os dejamos este vídeo de la isla, para que veáis que no exageramos al decir que es de los sitios más bellos de playa que hemos visto jamás:


(Si no os aparece, probad este enlace 'Vídeo: Palawan desde el aire')


Tras poner punto y final a la aventura de El Nido y despedirnos del equipazo, nos desplazamos en barco (uffff) durante ocho horas hasta llegar a Corón, al norte de Palawan. Un paraíso similar a El Nido donde visitamos muchas de sus playas solitarias y, además, aprovechamos para bucear en el interior de naufragios japoneses, hundidos por bombardeos estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, mientras intentaban ocultarse.























En Filipinas, te sientes jugando al Monopoly con tanto billete











Y tras otros maravillosos días de descubrimiento, nos encontramos con una de las experiencias más radicales vividas. El barco con el que debíamos regresar a El Nido y que la ida nos costó hacer unas ocho horas, duró esta vez doce, debido a las malísimas condiciones climatológicas, que nos hicieron temer hasta por nuestra integridad.

La razón fue la cola de un tifón que había alcanzado esta zona del país durante el día y, acerca del cual, la tripulación de nuestro barcucho no tenía ni idea, ya que no disponía ni siquiera de radio para poder comunicarse. Una gozada, vamos. Luego pasan las cosas que pasan.

Las fotos no hacen justicia, pero las olas eran considerables y el barco crujía con cada embestida. Tal fue la situación, que la propia tripulación decidió desembarcarnos nada más tocar tierra en la isla de Palawan y continuar el tramo que faltaba hasta El Nido, por carretera. Nos aseguraban que el tormentón venía del lado oeste de la isla y que era peligroso y que debíamos aprovechar que en el este estaría resguardado. Así era. Al menos tuvieron algo de cabeza.







Y tras esta historia de miedo, aunque con final feliz, llegamos los tres a El Nido para cenar y despedirnos de Cindy, nuestra gabacha preferida y de esta región que nos dejaba totalmente enganchados. Con uno de los primeros autobuses de la mañana, bajamos a Puerto Princesa donde cogeríamos al día siguiente, un vuelo a Iloílo, en la isla de Danay. Nos esperaba, muy cerquita de allí, la experiencia más enriquecedora y, desgraciadamente breve, de nuestras vidas.

Seguiremos informando.

 Calamarmente...

 ★ ★ ★ BESINES & BESICOS ★ ★ ★

8 comentarios:

  1. Saludos de su amigo italiano de Vietnam que está haciendo alrededor del mundo en solitario :)

    Mauro

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Ciao Mauro! Buon viaggo! Salutini anche a te! Sei un esempio di viaggatore!
      Bacini! :)

      Víctor&Ana

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  2. 1. decidido ya que mi próximo destino tiene que ser Filipinas. que fotos y que aventuras!!
    2. enomorá de vuestro blog me tenéis!
    3. yo de mayor ( osea ya!) quiero ser como vosotros, que bien lo pasáis!
    4. seguir disfrutando y seguir contando. un abrazo desde Vilanova! Alba

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    1. 1. Ya te lo dijimos. Filipinas es El País. Cuando vayas avísanos, ¡estaríamos encantados de compartir otro viaje contigo! ;)
      2. ¡Es recíproco con el tuyo!
      3. Como bien sabes, estamos haciendo realidad un sueño que viene de varios años atrás... ¡te animamos a luchar por el tuyo!
      4. ¡Seguiremos exprimiendo y compartiendo esta súper aventura hasta el final!
      Un besico enorme!!
      Ana

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  3. Maravilloso y creo que las fotos no deben hacer toda justicia a lo bonito que es Filipinas
    Gracias por dejar que os acompañemos en esa aventura tan bonita.
    Besos calamares

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    1. Como bien dices, no hacen justicia porque lo mejor de este país son los filipinos! Aunque las espectaculares playas que encuentras también ayudan... ;)
      Un abrazo enorme!!
      Qué ganas de veros!!
      Ana

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  4. He oído por ahí que ver sitios tan absolutamente impresionantes, pegarse tanta fiesta, pasarlo tan bien, y todo eso sin una hermana, puede provocar graves riesgos para la salud (la mía, no la vuestra, claro ;-)) En dos palabras IM-PRESIONANTE!!!Vaya playas y qué suerte encontrar gente tan maja, con cuántos meses creeis que podremos llevarnos a @?? 😛 lo de la "experiencia" en barco mejor ni comentamos...así que be careful my sis and bro que x Malasia la cosa tampoco está boyante... Besitos, besicos y besazos 😘😘

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